Tener la posibilidad de predeterminar el sexo de un hijo ha sido una de las ambiciones del ser humano, desde los inicios de la creación. En las sociedades primitivas, predominantemente machistas, el tener un hijo varón representaba la continuidad del apellido y el honor familiar. Mientras que en ciertas sociedades predominantemente feministas, el tener una hembra permitía cumplir con las normas establecidas para la comunidad.
La primera publicación científica que se conoce sobre el tema, es del filósofo griego
Anaxágoras, 500 a. de C., que decía que los espermatozoides masculinos venían del testículo derecho y los femeninos del izquierdo; de tal manera que amarrándose uno de los testículos, antes de la relación, se podía predeterminar el sexo.
| Esta idea errada persistió durante el siglo XVIII y, por eso, a los nobles franceses se les recomendaba la extirpación quirúrgica del testículo izquierdo, lo que garantizaba un varón y, así, un heredero.
En la Alemania medieval, se recomendaba colocar un martillo debajo de la cama durante las relaciones, si se quería tener un varón; o una tijera, si se quería tener hembra. En algunas regiones de Estados unidos, el hombre cuelga sus pantalones en el lado derecho de la cama, si quiere varón y en el lado izquierdo, si quiere hembra.
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