Si como sabemos, la nutrición es un proceso que realiza el organismo cuando toma de los alimentos aquellas sustancias que son indispensables para desarrollar su actividad vital y mantenerse saludable, la relación entre este término y la dieta es, fundamentalmente, intrínseca.
La dieta no es más que el consumo diario de alimentos adecuados tanto en cantidad como en variedad, que requiere nuestro organismo. La relación se establece, entonces, a partir de la calidad y cantidad de nutrientes que puede nuestro organismo asumir a través de una dieta sana y balanceada.
Para alimentarnos y nutrirnos debemos conocer nuestra condición nutricional y, en esa medida, seleccionar los alimentos que requerimos.
Es importante considerar también nuestra actividad física (deportes, ejercicios, trabajo, estudios) para facilitar la elaboración de menús que garanticen la ingesta de aquellos alimentos (formadores, reguladores y energéticos que necesitamos) que nuestro cuerpo requiere para su óptimo funcionamiento.
Una dieta adecuada parte del principio de que ningún alimento, por sí solo, provee al organismo los requerimientos necesarios. Es por ello que, para alimentarnos debemos consumir alimentos de todos los grupos. Este consumo debe estar balanceado, es decir debe existir un equilibrio entre el consumo de grasas, proteínas, azúcares, etc.
DIETA Y ESTRÉS
Si nos alimentamos adecuadamente, es decir, si mantenemos una dieta que satisfaga los requerimientos de nuestro organismo y de nuestra actividad física, las posibilidades de caer en estados de estrés (físico o psicológico) son menores.
Si, a pesar de atender correctamente nuestra alimentación, nos vemos enfrentados a hechos (muerte, separaciones, pérdida de trabajo) o presiones laborales que intensifican el estrés, nuestro organismo tendrá las reservas necesarias para enfrentar la situación con mayor fuerza.
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| Por el contrario, si no estamos convenientemente alimentados, la tendencia frente a una situación estresante (física o psicológica) generará más estrés, pues a nivel biológico, los órganos de nuestro cuerpo actuarán bajo presión, desgastándose innecesariamente.
Producirán o dejarán de producir sustancias necesarias para combatir el estrés y el equilibrio en la ejecución de las funciones generará trastornos mayores.
Cuando nos encontramos estresados, tendemos a ingerir alimentos que exacerban nuestro malestar. Sin darnos cuenta, y para saciar la ansiedad que acompaña el estrés, solemos incorporar o ingerir alimentos que, en situaciones de normalidad no consumimos o, sólo lo hacemos en determinadas oportunidades y cantidades.
Nos referimos, especialmente, a las pastas (con su amplia variedad de salsas), las grasas (frituras y empanizados), comida chatarra, y, fundamentalmente, el azúcar en sus distintas presentaciones (pasteles, caramelos, alcohol, etc.).
En ese sentido, si nos enfrentamos a situaciones de estrés es necesario recordar (y sobre todo, aplicar) las siguientes normas básicas de alimentación antiestrés:
Evitar el consumo de harinas (pan, tortas, arepas…).
No ingerir azúcares refinados (en forma de caramelos, pasteles, chocolate, etc.).
Consumir alimentos que contienen azúcar en forma de carbohidratos complejos, como los cereales, arroz, papas, entre otros.
Incorporar a nuestro ingesta diaria una mayor cantidad de verduras que facilitan el proceso de digestión.
Consumir frutas bajas en azúcar como duraznos, peras, manzanas y lechosa.
Utilizar complejos vitamínicos que colaboren en la restauración de las funciones orgánicas.
Reducir a su mínima expresión el consumo de sustancias tóxicas: café, tabaco, alcohol.
Consumir infusiones (frías o calientes) de yerbas aromáticas tales como: manzanilla, tilo, malojillo, melisa (entre otras) sin azúcar (en el peor de los casos, incorporar pequeñas dosis de las llamadas “azúcar de dieta”). Todas ellas suelen ayudar al restablecimiento del estómago, favorecen el sueño y generaran sensación de tranquilidad.
Acompañar la dieta con la realización de algún ejercicio físico de nuestro agrado (caminar, trotar, yoga, natación, etc.), pues éste ayuda a la relajación mental y pone el organismo a tono.
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