ASPECTOS GENERALES
¿Para qué hacer ejercicios y cómo empezar?
¿Cómo aumentar la motivación para hacer ejercicios?
¿Cuál es la importancia de la actividad física?
¿Qué tipos de ejercicios se deben hacer?
¿Cómo incide el sedentarismo en la salud?
Relación entre la alimentación y desarrollo de un ejercicio
¿Cuál es el calentamiento apropiado antes de ejercitarse?
¿Cómo debo hidratarme durante el ejercicio?
¿Por qué es importante controlar la frecuencia cardiaca?
Los extremos: vida sedentaria o ejercicios excesivos
¿Cuáles son los ejercicios recomendables al aire libre?
¿Cuáles son las ventajas de la natación?
El gimnasio o la casa: ¿qué sí, qué no, cuándo y cuánto?
¿Cómo evitar estrés y cómo controlarlo?
¿Cuáles son los ejercicios para evitar el dolor de espalda?
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   LOS EXTREMOS: VIDA SEDENTARIA O EJERCICIOS EXCESIVOS   
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Mujer en bicicleta

La práctica constante de algún ejercicio físico o de un deporte provee innumerables beneficios a nuestro cuerpo: mejora la circulación de la sangre y la irrigación de oxígeno por los órganos —con lo cual éstos pueden cumplir con mayor eficiencia sus funciones específicas.

También se tonifican los músculos y se liberan sustancias y hormonas que nos hacen más fuertes para resistir el embate de ciertas enfermedades y que nos producen sensaciones placenteras que animan la ejecución de otras actividades (laborales, familiares, etc.).

Es por ello recomendable practicar algún deporte, caminar, trotar, levantar pesas, escalar, etc., con cierta frecuencia; es decir, incorporar a nuestras vidas tal como un hábito (bañarse a diario, cepillarse los dientes después de las comidas, etc.), una rutina de ejercicios.

La actividad física debe, sin embargo, controlarse. Para que el ejercicio físico nos reporte bienestar y salud, además de acompañarse de una dieta balanceada, debe practicarse de manera equilibrada. El exceso en la actividad física genera desgaste de órganos y músculos y es, en definitiva, tan dañino como la ausencia de ejercitación.

La vida sedentaria, así como la ejercitación eventual (sin orden ni concierto) son tan demoledoras para el organismo como el estrés que genera la ejercitación excesiva. Las exigencias laborales nos atan durante muchas horas del día.

En ocasiones, ni siquiera nos paramos del escritorio o cambiamos de espacio físico durante horas (incluso, adaptamos nuestro cuerpo a controlar en demasía las funciones excretoras, para cumplir con las funciones y actividades laborales).

Esta inamovilidad, junto a la adopción de posturas inadecuadas, endurece los músculos y tensiona, innecesariamente, las articulaciones: produce dolores de espalda, de cabeza y de ojos; enturbia la mente y altera nuestras percepciones, pues la circulación del oxígeno a través de la sangre se hace menor y más lentamente.

Cansancio

La mayoría de las veces, el estilo de vida sedentaria va acompañado con una dieta poco o nada balanceada.

Al pasar muchas horas sentados, casi inmóviles (en un escritorio, frente a una computadora, en una cola de tránsito, frente al televisor y muertos de cansancio) desarrollamos un alto nivel de ansiedad que sólo se calma cuando ingerimos cierto tipo de alimentos: dulces, chocolates, frituras, gaseosas. Esta combinación es aliciente para el desarrollo de enfermedades de tipo cardiovascular, diabetes, reumatismos, etc.

Si nuestra realidad nos obliga al sedentarismo (con su consecuente dosis de aburrimiento), nada mejor que proponernos una dieta alta en proteínas y fibras (muchas frutas y verduras) y obligarnos (luego de la satisfacción lo haremos con mayor disposición) a una rutina de ejercitación: caminar durante 30 ó 40 minutos (mínimo de tres veces a la semana), nadar, hacer tenis, ir a un gimnasio, hacer bailoterapia o, en casa, realizar abdominales e, incluso, ejercicios de respiración.

Entre el sedentarismo y la ejercitación física es conveniente recordar que esta última nos genera, entre otros beneficios, los siguientes:
  • Reduce el peso corporal: al gastar calorías podemos mantenernos “en línea” (y “en forma”).
  • Disminuye las ansias de fumar y de ingerir bebidas tóxicas (café, alcohol).
  • Aumenta el llamado “colesterol bueno” mientras reduce el llamado “colesterol malo” y los triglicéridos.
  • Mejora la tolerancia a la glucosa.
  • Disminuye el riesgo de afecciones cardiovasculares, al mejorar la circulación coronaria.
  • Mejora el estado de ánimo (gracias a la liberación de endorfinas y otros neurotransmisores) y facilita el sueño.
  • Nos sentimos más motivados a la realización de nuestras labores e incluso a ser constantes en la práctica del deporte o ejercicio.
  • Genera una sensación de paz, tranquilidad y encuentro con nosotros mismos que tanto nos hace falta en este mundo convulsionado y, con ello, facilita nuestras relaciones personales, familiares y laborales.
  • En general, mejora la salud sexual.

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